Se aviso, se le advirtió al gobierno, se
mostro evidencia con datos, se le propusieron alternativas, se le rogó lo que
se pudo. La oposición intentó hacérselo ver, la gente salió a la calle y se manifestó,
incluso los inversores internacionales emitieron señales al respecto. Pero no,
nada sirvió, el gobierno de España se ha
aislado, no ha querido escuchar a nadie (excepto a los alemanes), no ha
querido reflexionar y cambiar su postura. O tiene muy clara su estrategia (ya
revelada de desmontar el estado del bienestar en favor de intereses privados) o
le falta la voluntad política para afrontar el cambio de rumbo necesario (que
requeriría volver a apostar por un crecimiento sostenible y, aunque se esmeren
es decir lo contrario, aún posible). En cualquier caso, el resultado es ya evidente; España colapsa (quería decir se quema,
pero la expresión ha tristemente perdido su metaforismo en los últimos días).
Los indicadores (prima de riesgo, déficits
públicos, índices bursátiles, crecimiento, desempleo, desigualdades, etc.)
están todos ya en rojo y sin previsión de mejora. Estamos en caída libre y no
sabemos ya que hacer. O al menos el gobierno no sabe ya que hacer para evitar
que su estrategia no tenga como efecto secundario el colapso económico y social
del país. Para el resto, ya desesperados, cansados de luchar contra corriente,
exhaustos de no ser escuchados, inquietos ante la dramática e incontenible
situación, ya no parece haber salida.
El
gobierno se ha quedado solo.
Incluso los aliados europeos del
gobierno le han dado la espalda; el Banco Central Europeo ya le ha dicho a
Rajoy que se olvide de esperar que Europa vaya a solucionar sus problemas. La
confianza en nuestro país esta totalmente socavada. Y es que ya prácticamente nadie confía en que las
políticas de austeridad vayan a funcionar (si es que les queda aún margen).
En todo caso no van a funcionar en un plazo temporal razonable y desde luego no
en la forma en que dicha austeridad se esta aplicando. Su implementación está
siendo tan injusta y sus efectos tan duros que sus consecuencias bordan la
ruptura social. Si algún pretendido beneficio en términos de competitividad en realidad
llega en tan esperado largo plazo, habrá que sopesarlo con el gran coste y
lastre que el elevado y persistente desempleo y las desigualdades crecientes representan
hoy y representarán en el futuro para la economía española.
Que se puede hacer? Es que acaso hay otra
salida? El gobierno y quienes aún lo defienden argumentan que no nos queda más remedio,
que no hay dinero y que la situación es urgente.
La situación ya era urgente cuando el PP
llegó al gobierno. El problema ha sido apostar por políticas económicas
inadecuadas y poner por encima el interés privado de unos por encima del futuro
general del país. El déficit es una cuestión de gastos pero también de
ingresos. Apostar por ahorcar una
economía en profundo shock y depresión esta demostrando ser un suicidio.
Forzar austeridad y recortes para las clases medias y bajas mientras se premia
a los irresponsablemente enriquecidos ha llevado al país a la polarización y al
colapso.
Aunque parezca hoy increíble, salir de la
crisis no es imposible. El problema es que ello depende de una voluntad
política hoy inexistente en España. Otros países en el pasado han podido
superar problemas de déficit fiscal incontrolado (leer por ejemplo el caso de
Ecuador relatado en el Monde Diplomatique en español de este mes). Lo han hecho
poniendo por encima el bienestar nacional al de los acreedores, reduciendo su
deuda, reforzando el crecimiento económico y el empleo y mejorando la capacidad
de financiación sostenible tanto a corto como a largo plazo.
Qué
hay que hacer? Lo pongo
fácil y en orden de urgencia (y no me atrevería a creer que tengo la solución
sino fuera por que los errores del gobierno son tan evidentes y su postura tan
obstinada. Además solo recojo y sintetizo lo que ya varios expertos demandan).
1) Austeridad donde toca; recortando
los gastos superfluos del gobierno (ya puestos en evidencia), no atacando la
capacidad adquisitiva de las clases medias y bajas, y destinando cualquier
recurso económico a potenciar la actividad económica de forma directa, y no a
través de los rescates a la banca que terminan en los bolsillos de unos cuantos.
2) Si el BCE no colabora, renegociar posibilidades de financiación en un marco
en el que los acreedores acepten responsabilidades (como ya hizo el mencionado
Ecuador o Islandia) y España deje de ser una fuente de lucro pagando más de un
7% de interés a los mercados. Pagar intereses de la deuda no puede ser la
prioridad (como prevén los presupuestos del 2013) en un país donde el desempleo
es tal como en España. 3) Contrarrestar el disparado aumento de las
desigualdades y potenciar el crecimiento y el empleo. Esto último para asegurar
un recuperación sostenible. Y pongo reducción de las desigualdades, crecimiento
y empleo juntos pues reducir la
desigualdad es no solo un fin en si mismo sino también un poderoso instrumento
de recuperación económica en tiempos de crisis. Reducción que es posible
sin aumento del gasto, simplemente repartiendo mejor la carga de la crisis.
Al reducir la desigualdad el consumo agregado
aumenta - dado que los ricos tienen una propensión mayor al ahorro - y aumenta
la demanda de bienes y servicios producidos en España - dado que el consumo de
las clases medias se concentra en mayor proporción que el de las clases ricas
en bienes nacionales. Así mismo, la reducción de la desigualdad y el aumento de
consumo agregado refuerzan la confianza en la economía y la fortaleza de la
misma. En tercer lugar, la reducción de la desigualdad lleva con casi total
probabilidad al incremento de los ingresos fiscales, en especial en España donde
la recaudación la soporta en su mayor proporción la clase media. Finalmente, es
ya de consenso que una distribución del ingreso controlada favorece el
desarrollo a largo plazo.
Así pues, lo que queda por ver en España es si la voluntad política, frente al
colapso que se avecina, cambia y el gobierno afronta las responsabilidades que
el electorado le ha encomendado (en base a un programa totalmente
desmentido). O si por el contrario el interés privado de unos pocos refuerza su
supremacía mientras se reparte los restos de lo que quede del país (en una más
que posible situación que evocaría a nuestro autóctono quebrantahuesos aprovechándose
de la carroña de los que no sobreviven a las dificultades del paisaje español).