Durante los últimos
años el debate sobre la pobreza en nuestro país ha retomado fuerza. Tras muchos
años relegadas frente a otras prioridades como el conflicto armado y el
narcotráfico, las políticas sociales y la
lucha contra la pobreza han vuelto a lo más alto de la agenda política (en
especial desde la llegada de Santos a la presidencia). De hecho, gracias a esa
nueva voluntad política, pero en especial gracias a varios años de bonanza
económica tras la crisis de principios de siglo, hemos visto una mejoría. Según
los datos del Departamento Nacional de Planeación, y usando la nueva
metodología, el porcentaje de colombianos por debajo de la línea pobreza (por
ingresos) fue del 37.2% en 2010 mientras lo fue del 40.2% en el 2009. Por su parte
el porcentaje de colombianos en indigencia (pobreza extrema) fue del 12.3% (más
de 5 millones de colombianos) en el 2010 frente a 14.4% en el 2009.
Sin embargo,
Colombia sigue siendo uno de los países de nuestro entorno con mayores niveles
de pobreza extrema, y lo es de forma excesiva para su nivel de ingresos,
clasificado por estándares internacionales como de medio alto. Por ejemplo, y
sin ir muy lejos, Ecuador con 36%, Perú con 31.3% y Venezuela con 29%, tres de
nuestros vecinos y todos también países de ingresos medios altos, tienen
niveles inferiores de pobreza. De hecho, Colombia,
tras Bolivia, se mantiene como el segundo país de Sur América con mayores
porcentajes de su población en situación de pobreza y pobreza extrema.
¿Por qué reducir la pobreza en Colombia es una tarea tan
ardua? ¿Cuáles son las causas, dinámicas y
consecuencias que perpetúan la pobreza en nuestro país? La revista The Times resalta esta semana en
portada el papel central y determinante de la desigualdad en la actual crisis
económica mundial y dedica todo un informe especial a analizar su evolución creciente
en la mayoría de los países en las distintas regiones del planeta. El informe
resalta a Latina América como la región más desigual del mundo. Pero igualmente
resalta a los países latinoamericanos como varios de los que mayores esfuerzos han
realizado para reducir dicha desigualdad durante las últimas décadas,
haciéndolo mediante un gasto cada vez más progresivo – en especial en educación
– y programas de transferencias condicionales a los más pobres. Así, la
desigualdad promedio en los países de la región es la más baja de las últimas
tres décadas. Un excepción resalta sin embargo: Colombia.
Nuestro país, a
consecuencia de sus estructuras altamente desiguales, padece de una peor
distribución del ingreso y de niveles de pobreza significativamente más
elevados que la mayoría de los países de ingresos similares. El crecimiento
económico sostenido no se traduce en reducciones significativas de la pobreza en
Colombia sino en incrementos de los niveles de desigualdad del país. Colombia es hoy, tristemente y según datos
internacionales del Banco Mundial, el país más desigual del mundo! Lo es
mirando datos disponibles para el 2010 y 2011. El coeficiente de Gini (que mide
la desigualdad de ingresos, siendo 1 desigualdad extrema y 0 igualdad perfecta
y que subió al 0.560 en el 2010) fue el más alto de los países considerados. Nuestro
país también fue primero si nos fijamos en la concentración de la riqueza en el
10 por ciento más afluente (una estadística de moda): en Colombia el 10 por ciento más rico concentra un 44.4 por ciento de los
ingresos nacionales. Si también consideramos datos desde 2007, para
completar una cobertura de 170 países (dado que no se disponen datos anuales
para todos los países) solo Honduras, Seychelles y Sur África registran niveles
de desigualdad mayores (además de República Centro Africanas en el caso de la
concentración de la riqueza en el 10% más rico).
En Colombia los
pobres están claramente excluidos de la generación de la riqueza. Las
estructuras económicas y sociales de nuestro país condenan a las nuevas
generaciones nacidas en pobreza a sufrir las mismas dificultades de sus
progenitores; estamos también dentro de
los líderes en menor movilidad social. Mientras en Perú existe una
correlación entre la educación de los padres y los hijos del 0.5, en Colombia
esa correlación es del 0.7 (según informes de Fedesarrollo). Dado que la
educación es decisiva para definir el nivel de ingresos individual, eso significa
que al tener pocas expectativas de una mejor educación la pobreza se vuelve
hereditaria en nuestro país. Así, tan escasa movilidad social perpetúa la
pobreza de muchos y desgasta los incentivos individuales de superación, tan
fundamentales en las sociedades modernas que se proponen prosperar. En
definitiva, en Colombia no solo la pobreza es excesiva, los pobres parecen
tener muy pocas posibilidades de salir de ella.
Además de su papel
central como causa y consecuencia de la actual crisis mundial, diversos
estudios recientes, entre ellos varios del Fondo de Naciones Unidas para el
Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, enfatizan la desigualdad y la movilidad social como
retos clave en la consecución de los objetivos de reducción de la pobreza y de
desarrollo económico. Y es que reducir la desigualdad no solo nos permite
reducir la pobreza directamente, también, al garantizar un mercado interno
fuerte y dinámico y un mejor aprovechamiento de la fuerza humana de un país, incrementa nuestras posibilidades de
crecimiento económico a largo plazo (hecho contrastado ya por la comunidad
científica), beneficiando tanto a pobres como a ricos.
Brasil es un
ejemplo reciente. Hace mucho famoso por ser líder en desigualdad, galardón que
le hemos arrebatado, Brasil ha conseguido mejorar significativamente su distribución
del ingreso. Por el contrario en Colombia éste ha empeorado considerablemente
(figura 1). Así, mientras la pobreza extrema se ha reducido a la mitad en
Brasil desde 1989, en Colombia, a pesar de los avances recientes, sus niveles
son prácticamente los mismos que hace 20 años (figura 2).
Brasil ha reducido
sus niveles de pobreza gracias a un crecimiento económico sostenido, pero
también, y en especial, gracias a una voluntad política fuerte y decidida.
Desde programas gubernamentales de protección social a gran escala, coma la
“Bolsa Familia”, a políticas encaminadas a incrementar el acceso a la educación
secundaria, la implementación decisiva de políticas sociales redistributivas y
de desarrollo humano ha sido fundamental. Y el ciclo positivo se refuerza; la
reducción de la desigualdad en Brasil está garantizando un crecimiento
económico mayor!
En Colombia, mientras
conseguimos llegar a lo más alto del ranking mundial en desigualdad, poco
sostenible será casi cualquier acción que realicemos en los otros grandes retos
que afrontamos como sociedad. Con los
niveles de desigualdad que tenemos hoy en día no conseguiremos eliminar la
pobreza extrema, no pondremos fin de forma justa y duradera a la violencia, ni
tendremos éxito en la lucha contra el narcotráfico. Bogotá seguirá estando “carísima” (como pone de relieve el reciente informe la Revista Semana
sorprendente sin mencionar la desigualdad como causa del fenómeno). Una elevada desigualdad como la que experimentamos frena cualquier
desarrollo y nos devuelve a afrontar los mismos retos una y otra vez. Si no
atacamos de forma decidida este flagelo nunca seremos una sociedad prospera y,
mientras otros países progresan, nosotros, como en Cien años de soledad, nos repetiremos en nuestros problemas.
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