Este es un artículo difícil de
escribir, sobretodo si uno no quiere herir susceptibilidades (lo cual no es mi
intención) y tomar partido de forma puramente ideológica y no reflexionada,
como parece ser regla en los medios de comunicación estos últimos días. Un tema
como la independencia es obviamente
sensible y en el que todos tendemos a opinar con el corazón y el estomago, de
forma impulsiva e ideológica. Pero pocos
se paran a analizar de forma fría, detenida y neutral los por menores,
detalles y complejidades del tema. Los cómo, los procesos, los resultados
factibles. Y eso es precisamente por lo que abogo en estas líneas.
Las personas y los pueblos podemos definirnos de forma negativa o
positiva.
Cuando nos definimos de forma negativa alegamos a lo que no somos. Cuando nos
definimos de forma positiva alegamos a lo que compartimos, entre nosotros y con
otros. Como individuos la definición negativa nos lleva a decepciones y fracasos,
como naciones nos ha llevado a guerras y
destrucción a gran escala. La definición positiva nos permite enriquecernos
como personas y crecer, ha permitido que pueblos, a lo largo de la historia,
reconozcan todas sus riquezas y las exploten para desarrollarse.
No quiero tomar partido por unos
u otros. Como muchos, me siento y me defino como Catalán, pero también Español
y Europeo (y como Colombiano y Latinoamericano en mi caso). Entiendo
completamente la posición de unos y otros. Catalunya es una nación en si misma,
con su historia, su luenga, su cultura, etc. Pero Cataluña también es España y Europa, donde viven y trabajan personas de
todo origen y cultura, donde conviven ideas de todo tipo, donde se comparten
y se mezclan grandes patrimonios.
La definición de Cataluña, como la de cualquier sociedad y su cultura es
algo dinámico, que
evoluciona y se enriquece con el tiempo, con las gentes que la componen y los
intercambios que realiza con el resto del mundo. La fuerza de Catalunya, como
la de cualquier otra nación, radica en el poder de las ideas y el trabajo de su
gente, quienes aportan lo mejor de si, da igual su procedencia.
No vivamos en el pasado. Hoy por
hoy lo que cuenta es Europa unida. Compartimos un mercado común, un moneda
única y gran variedad de políticas coordinadas. Cuando esa coordinación ha
fallado es precisamente cuando nos hemos metido en problemas como la actual
crisis. Para que Europa salga adelante
necesitamos una mayor unidad, no solo económica, también política. Estamos
en el siglo 21 ¡seamos prácticos! En nuestros tiempos, la identidad nacional,
como la individual, no tiene que estar definida por lo que no somos y por unas
fronteras, irrelevantes en Europa. La identidad y el reconocimiento que
buscamos debería venir por nuestro saber hacer, nuestro éxito como sociedad,
nuestro ejemplo a los demás; en un marco moderno, de unidad y responsabilidad,
en un contexto global inevitable. Cataluña
y España tienen que apostar, junto con el resto de Europa, por salir de la
crisis de forma conjunta, igualitaria y sostenible.
La apuesta más razonable, desde
mi punto de vista, es una España federal (modelo de varios países prósperos del
mundo), dentro de una Europa unida y plural a la vez, donde tanto sus estados,
como regiones y ciudadanos, gocen de las mayores oportunidades para aprovechar
al máximo sus capacidades. Todo lo demás son distracciones de lo realmente
apremiante a día de hoy.
No seamos irresponsables, despertemos y no sigamos cayendo en el
engaño de una clase política incompetente y sin escrúpulos. Apelar al sueño de la
independencia en estos momentos es algo muy bajo, incluso los más catalanistas
deberían sentirse insultados por sus lideres, quienes no buscan más que
pretender minimizar una situación de crisis. La idea independentista está
siendo utilizada como cortina de humo para desviar la atención de una situación más relevante para la
mayoría, en especial, para más de un 25% de la población que quiere trabajar y
no lo consigue. Mientras hablamos de independencia sufrimos un acelerado desmantelamiento
de los servicios sociales y del estado del bienestar, vemos como se redistribuye la riqueza a favor
de la elite, todo a través de la aplicación de políticas económicas fuertemente
regresivas.
Basta de que nos metan los dedos
en la boca, de que nos manipulen de esta forma tan absurda. No pensemos de forma equivocada que este es
el momento de la independencia, que ésta va a solucionar los problemas de
Cataluña, que así vamos a salir de la crisis, decidir nuestras políticas y como
arte de magia ser un pueblo ideal, con políticos, banqueros y empresarios
responsables. Ellos no van a cambiar de la noche a la mañana, son los
mismos que nos llevaron a esta situación y que, independientes o no, van a
seguir pensando solo en sus intereses. Los mismos que hace solo días todos
criticábamos y frente a quienes nos indignábamos.
¿Qué pasa, que ahora el president Mas (que, como Rajoy, se ha dedicado a
aplicar políticas precisamente opuestas a las que prometió) ha pasado de
bandido a héroe solo por defender a Cataluña en Madrid (mientras sigue
permitiendo el despilfarro de los recursos de los que Cataluña cuenta a su vez
que aprieta a sus ciudadanos más desfavorecidos)? ¿Acaso Caixa Catalunya en una
nación independiente va a solucionar los problemas en los que metió, con sus
prácticas financieras irresponsables, a tantas personas? ¿O va a devolver La
Caixa el dinero de tantos pensionistas a los que engañó? ¿Y los empresarios
catalanes? Los mismos que desmontaron el tejido industrial catalán por apostar
al dinero fácil pero irresponsable del ladrillo y del turismo barato, ¿van de
repente a pensar en el futuro de su país?
Pensemos primero en el tipo de sociedad que queremos, en las políticas económicas
que vale la pena defender y en como vamos a hacer para volver a generar esas
oportunidades y no permitir que nuestra sociedad se siga fracturando como lo
esta haciendo, primero debido a esta crisis y ahora en base a luchas
identitarias complejas.
Cataluña podrá volver a prosperar, como pieza clave dentro de España y
Europa, si
cambiamos nuestros incentivos (seamos una nación independiente o no), si
nuestra clase dirigente se compromete con el bienestar de su pueblo
(independiente o no), si aplicamos las políticas económicas apropiadas, si
apostamos por las industrias en las que tenemos potencial sostenible, sin
invertimos y trabajamos por nuestro futuro; no aislándonos e intentando hacernos
los ciegos ante los problemas y deficiencias serias que enfrentamos.
A pesar de ser federalista y haber defendido estas ideas hace unos años en Madrid y en Barcelona, creo que detalles que muestran un proceso independentista de abajo a arriba. Si fuera únicamente dirigido por la alta política estaría totalmente de acuerdo contigo. Pero hay alternativas/iniciativas que hacen pensar que se puede crear un nuevo Estado que puede ser modelo para otros países europeos. Sin embargo, estos procesos constituyentes necesitan más tiempo, creo que la consulta popular llega demasiado pronto. Las alternativas se estan cuajando como por ejemplo crear un Estato sin ejército o sistema económica más democrático...pero necesitamos tiempo. Y repito, sigo defendiendo federalismo, pero creo también en el cambio local y la descentralización política. Igualmente, no tardariamos mucho en ver a Cataluña como un nuevo Estado de la UE, de hecho Albania o Macedonia también estan en ello. Seguimos David!
ResponderEliminarFelipe