Acabadas las vacaciones y la
ilusión de Navidad y las fiestas de fin de año, vuelve con fuerza la cruda
realidad de nuestra economía española. El 2012 (en su momento el que iba a ser
el año de la recuperación) lo cerramos con crecimiento negativo, y los
pronósticos para este año (el que nuevamente según el gobierno “sí será el año
de la recuperación”) desafortunadamente no son nada mejores (según el FMI en el 2013 nuestra economía se
contraerá un 1.5%). Y la destrucción de empleo sigue siendo el peor lastre
de esta situación, con cerca ya de 6
millones de desempleados, casi dos de ellos de larga duración (más de un
año buscando trabajo) y casi otros dos de los restantes de muy larga duración
(más de dos años buscando empleo).
A pesar de ello, de una forma
totalmente incomprensible para la gran mayoría, la reactivación de la economía, y consecuente generación de empleo,
sigue increíblemente sin ser la prioridad de las políticas del gobierno (ni
de los autonómicos ni del central).
Unos niveles de desempleo tan
altos y persistentes como los actuales llevan a un incremento dramático de las
desigualdades. El daño de esta
preocupante situación, y de la equivocadísima gestión de la misma, no solo lo
sufrimos hoy, lo sufriremos durante muchos años más. Un análisis de la
experiencia de diferentes países alrededor del mundo nos muestra como en aquellos
países donde el desempleo ha sido alto y persistente en el pasado, las
desigualdades han crecido y ambas cosas han reducido el desempeño económico a
largo plazo, no solo por años, incluso durante décadas. Esto es lo que
precisamente intento demostrar en “Unemployment
and long-run economic growth: The role of inequality and urbanisation”, una de mis investigaciones recientemente publicada en La Revista de
Invetigaciones Regionales 24 (accesible en el link adjunto para quien quiera
darle un vistazo), y quiero resaltar aquí porque no creo que pudiera ser más
relevante para la situación actual de España.
(http://www.aecr.org/images/ImatgesArticles/2012/12/7_David_Castells_Quintana,_Vicente_Royuela.pdf)
En los 80 y 90 muchos países,
incluida España, experimentaron también tasas de desempleo altas y
persistentes, y en muchos de estos países la desigualdad aumentó
considerablemente. Aunque la situación no fue tan dramática como la actual,
esos países han crecido significativamente menos hasta la actualidad. La razón
es simple: el desempleo, y la
desigualdad que genera, deprecian el capital humano y social de los países
(sus dos mayores activos), no solo conduciendo a muchos a la pobreza, sino
también mutilando la capacidad de toda la economía para volver a crecer.
Las políticas dirigidas directamente a generar empleo, y a reducir la
desigualdad, no son solo urgentes dado el sufrimiento actual de nuestra
sociedad, sino también si queremos mantener nuestras posibilidades futuras de
volver a generar mayor prosperidad para todos. Aunque, como es ya previsible,
este año tampoco sea el de la recuperación, mi esperanza es que al menos sí sea
el año en que consigamos que los responsables de la política económica en
Europa y en España se den cuenta de ello y replanteen como gestionan esta
crisis y sus consecuencias.