Erase una vez un
país azotado por la violencia durante más de lo que podemos recordar. Un país
que uno imaginaría desoladoramente triste y afligido, pero que en realidad
enamoraba a quien lo visitaba y capaz de hacer contagiar al mundo entero con su
alegría. Un país a pesar de todo lleno de posibilidades y con todo para
prosperar.
Un día, tras la
guerra, ese país tuvo una oportunidad única. Mucha gente se ilusionó.
Ese país podría ser
Colombia. Pero no necesariamente. Puede ser la pequeña historia de casi
cualquier país. Todos los países modernos han vivido la violencia en algún
momento de su historia. Todos ellos llenos de oportunidades. La diferencia en
la historia de cada cual es cómo han decidido y aprovechado las oportunidades
que se les han presentado. Los economistas del desarrollo conocemos de la importancia
a largo plazo de estas decisiones.
Desafortunadamente
existen países ciegos, donde la guerra ha durado mucho y atrapado a su gente en
el miedo y el odio. Países en los que tras tanto tiempo de violencia, muchos ya
no saben vivir de otra manera. En los que la búsqueda de algo que nunca han vivido,
dejan pasar la oportunidad y elijen un camino que ya conocen pero que solo
lleva a lo mismo.
Lo he dicho en otras
ocasiones, la guerra, cuando es prolongada, genera un sufrimiento, un miedo y un
odio que pueden hundir a una sociedad durante mucho tiempo. Pero muchas
regiones pobres colombianas han desmontado mi argumento. Azotados por la
violencia durante generaciones han conseguido mantener la cabeza fría y apostar
por el fin de esa violencia. Han tomado la decisión que ha puesto en el camino
de la prosperidad ya antes a muchas otras sociedades. En la Colombia rural el
Si a los acuerdos con la FARC han triunfado indiscutiblemente. Pero no fue
suficiente. Desafortunadamente, en muchas ciudades colombianas (aunque no en
Bogotá) el miedo y odio (al que tanto he temido siempre) ha dominado la
votación y el No a los acuerdos ha ganado.
Una sociedad solo
puede ser próspera a largo plazo si es inclusiva y pacífica. Y para ello ha de
aprovechar las oportunidades que se le presentan. La historia de la humanidad
lo ha demostrado sin duda (les vuelvo a recomendar leer Por Qué Fracasan los Países, de Acemoglu y Robinson). Colombia es prospera,
pero solo para algunos; la mayoría de su gente aún es pobre o muy pobre.
Colombia es claramente no inclusiva, muy desigual y violenta. Y lo peor de
todo, la gente de la que el país depende no quiere cambiar esta situación. Así,
que la prosperidad llegue a todo el país es imposible. Algo triste e injusto no
solo con los desfavorecidos, sino especialmente con quienes heredaran esta
tierra tan golpeada por su propia gente.