Viajar nos
trasporta. Y cuando visitamos las ruinas de civilizaciones antiguas viajar nos
transporta también en el tiempo. Nos hace pensar en quienes habitaron lo que
pudieron ser ciudades fascinantes. Pensamos en infinidad de historias que
contar detrás de lo que hoy son solo piedras. Nos hace pensar en cómo dichas
ruinas pudieron ser abandonadas a su suerte. Viajamos también al futuro: ¿Qué
ruinas dejaremos nosotros? ¿cuál será nuestro legado?
Hoy en día somos
más de 7.600 millones los habitantes en la Tierra. Para el 2050 rondaremos los
10 mil millones y antes de finales de siglo podríamos ser más de 12 mil
millones. A la par con nuestra multiplicación imparable como especie, crece
también nuestro consumo y nuestro impacto medioambiental. Hemos modificado
nuestro entorno al extremo, de tal forma que tres
cuartas partes de la superficie terrestre, de las que se excluyen las cubiertas
por el hielo, no conservan su estado original. También hemos contaminado los
océanos de tal forma que en ellos empieza a haber más plástico que peces. Es
tal nuestro impacto que también estamos causando una extinción masiva; en
nuestra corta historia hemos extinguido a por lo menos la mitad de las especies
de mamíferos de gran tamaño y limitado a pocos números las restantes: quedan
menos de 500 mil elefantes, menos de 30 mil leones, menos de 20 mil osos
polares, aproximadamente solo tres mil tigres en estado salvaje y una cifra
similar de ballenas azules (el mayor animal del planeta). Para 2050, podremos haber extinguido a un 25% de las todas
las especies actuales de la Tierra y dejar a muchas más al borde de la
extinción. Para rematar, estamos además calentando la atmosfera a una rapidez
que está poniendo al planeta en una
trayectoria vital ya por completo diferente a la experimentada en millones de
años, con consecuencias devastadoras para la vida en la Tierra, y poniendo en
riesgo nuestra propia sobrevivencia.
Y,
¿qué estamos haciendo ante esta situación tan desoladora? ¿Mirar hacia otro
lado? ¿Distraernos con debates del pasado? ¿Culpar a los otros, como solemos
siempre hacerlo?... Podremos engañarnos a nosotros mismos, pero nuestro
espeluznante legado no dejará indiferente a las generaciones futuras. ¿Podrán
nuestros nietos perdonarnos?
En
“¿QuéPlaneta Heredarán Nuestros Nietos?”, recientemente publicado por
Intermedio editores, los invito a reflexionar conmigo sobre esta cuestión y
sobre la necesidad urgente e imperante de replantearnos el legado que queremos
dejar tras nuestro efímero paso por este hermoso planeta.
Espero
sus comentarios!