Llevo muchos años yendo a la Universidad Autónoma de
Barcelona (UAB), en Bellaterra, a las afueras de Barcelona. En su momento iba como
alumno de economía, hoy voy como profesor (no sé qué prefiero la verdad, pero
ese es otro tema diferente al que quiero tratar). La UAB es un gran campus, en
una zona muy verde, tranquila. Con sus diferentes facultades, caminos y zonas
verdes, a mi es un lugar donde me gusta trabajar. Un campus donde coinciden
muchas disciplinas académicas, posiciones políticas, estilos de vestir, maneras
de actuar.
Yo voy desde siempre en tren, los ferrocarriles de la
Generalitat de Catalunya: la UAB tiene su propia parada. Algunos días me
encuentro amigos o conocidos en el tren. Otros días, en el mismo tren, o al atravesar
el campus, y sin más, termino hablando con alguien (al final compartimos campus
y universidad). Igual un día hablas de economía, como de política o física (ve tú
a saber, cada loco con su tema). Otros días puedo atravesar todo el campus y
llego a mi facultad sin que por el medio se cruce un saludo, o una mirada; hay
días para todo.
Pero desde hace muchos años sé que alguien si me espera en
el campus. No son otros profesores, no son mis alumnos (no pretendo tanto!). Y
me espera a mí como nos espera a todos. Y a nadie le niega su saludo y una
pisca de cariño. Leti, con la magia que solo los gatos pueden tener, ha vivido
en el campus, a la salida de la estación de los ferrocarriles, desde hace mucho
tiempo. Llueva o haga sol, Leti siempre ha estado ahí. Aunque llegue tarde (muchas
veces me pasa), me tomo al menos un minuto para saludar a Leti, que paciente
nos espera alegre para recibirnos en el campus (no creo que mis alumnos me
vayan a recibir nunca con esa alegría).
Desde hace varios días Leti ya no estaba ahí para
recibirnos. Y yo no entendía por qué. No puedo negar que me entristeció mucho
no verla; de repente llegar a la UAB no era lo mismo. Leti se ha hecho mayor y me
he enterado que tiene problemas para valérselas por si sola. En el campus una
asociación (http://gatscampus.org/, a la que quiero agradecer y animar por su labor) cuida de los gatos
que viven en el campus, como Leti. La asociación llevó a Leti al veterinario y
hoy he sabido que una voluntaria cuida de ella.
Me alegra saber que Leti tendrá un hogar para la última
etapa de su vida. Leti nos dio cariño durante años a muchos de los que llegábamos
al campus; ha hecho su labor y se merece lo mejor. Yo seguiré bajando del tren
cada día extrañando el saludo matinal de Leti.
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