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miércoles, 15 de septiembre de 2010

500 años después, nos volvemos a equivocar.

Incentivos económicos inapropiados.
La crisis económica y el hecho de que en España sus efectos sean más severos y prolongados que en la mayoría de los países nos muestra como, durante las últimas décadas, hemos cometido los mismos errores que cometimos hace más de 500 años. Nuestra falta de memoria histórica nos ha hecho volver a caer en un modelo económico inapropiado que, desde la abundancia, nos llevó al estancamiento.

Hace más de 500 años, en la época en que Colón llegó a América, España era una potencia industrial europea. El sector manufacturero de España era diverso y competitivo y España exportaba gran variedad de productos elaborados a toda Europa. La colonización y las riquezas del Nuevo Mundo lo cambiaron todo. El oro, la plata y gran variedad de productos primarios empezaron a fluir hacia España. La gran riqueza repentina cambio la estructura de incentivos económicos en España. La industria dejo de ser relevante frente a la abundancia de metales preciosos y productos agrícolas provenientes del otro lado del Atlántico. Así, empezó a ser más fácil e interesante dedicarse a vender estos productos agrícolas al exterior y usar la abundancia de oro y plata para comprar de otros países productos más intensivos en mano de obra e ingenio y por ende más elaborados. El resultado fue una paulatina desindustrialización española, el fin del gran poder del Reino de España, el asenso de otras potencias europeas y un largo periodo en el que nuestro país pasó a un segundo plano en el desarrollo económico y social en Europa. La riqueza que llegaba a España acabó en Holanda e Inglaterra, verdaderos beneficiarios de las conquistas españolas en tierras americanas, mientras España misma terminó sin oro y sin industria.

La historia económica de España en esta época ha sido bastante estudiada entre los economistas como una experiencia nefasta que ejemplifica políticas económicas y modelos económicos equivocados, frente a la historia económica mucho más exitosa de Inglaterra y Holanda durante la misma época. En estos países, sin el acceso tan abundante a oro y plata y materias primas, los incentivos económicos, y las políticas que se siguieron, potenciaron la importación de esas materias primas escasas y la exportación de productos elaborados, desarrollando así un fuerte sector industrial que fue la base de su desarrollo económico. También fue la base de un desarrollo social pues la industrialización permitió generar empleo de forma masiva, integrar la sociedad y establecer bases sólidas para el triunfo de la democracia.

Afortunadamente, y puesto que ningún mal es eterno, España consiguió enmendar poco a poco sus errores, restablecer un sistema correcto de incentivos económicos y volver a desarrollar una industria competitiva y conseguir un desarrollo económico y social que volvió al país a estar con las potencias europeas hacia finales del siglo XX.

Desafortunadamente, cuando la lección de siglos atrás parecía estar bien aprendida, hemos vuelto a caer en nuestros errores. Esta vez no han sido las minas de plata y oro en Potosí y Jalisco, las que nos han llevado a un sistema de incentivos económicos equivocados que destruyan nuestra industria y nuestro empleo. Esta vez han sido las “minas” de playa y sol del Mediterráneo. Durante años nos hemos dedicado a construir en nuestro litoral, con la consecuente degradación medioambiental, y a enriquecernos con la valorización constante del sector inmobiliario y el crecimiento del turismo. ¿Para qué ser más productivos y competentes en industrias punteras si podemos simplemente construir y disfrutar de las ganancias de un mercado permanentemente en expansión? Hemos pensado. Así, hemos vuelto a descuidar nuestra industria, nuestra productividad y nuestros deseos por ser cada vez mejores en lo que hacemos. Frente al puje de otros países, hemos vuelto a tomar la vía “fácil” para enriquecernos sin pensar en las pobres consecuencias a largo plazo.

Ahora que el enriquecimiento fácil se ha acabado, que nos hemos dado de bruces contra la realidad y vemos como nuestro modelo económico de turismo y construcción se viene abajo, volvemos a sufrir de la falta de alternativas y vemos como el desempleo vuelve a niveles preocupantemente altos mientras, nuevamente países como Holanda, a pesar de las dificultades globales, goza de tasas de desempleo equivalentes a una cuarta parta de las nuestras, gracias a sus políticas económicas acertadas, una industria diversificada y competitiva y una fuerte capacidad de adaptación y desarrollo tecnológico.

Deberíamos volver a darnos cuenta de que la verdadera riqueza no está en esas “minas” que explotamos hasta el agotamiento mientras descuidamos el resto de nuestra economía. Deberíamos darnos cuenta de que la verdadera riqueza, como los buenos economistas han sabido desde siglos, está en incentivos económicos adecuados que desarrollen un tejido económico variado, productivo y competitivo, fuerte, que genere empleo masivo y seguro. Tiene que volver a ser más interesante para el capital privado, y prioridad de la política económica pública, la inversión en industrias punteras, con fuertes componentes tecnológicos pero intensivas en mano de obra (para devolver el paro a tasas razonables), que tengan un progreso futuro garantizado y sean capaces de competir a nivel mundial. Más aún, nuestros recursos deben ser aprovechados de forma productiva y variada y no concentrados solamente en la inversión inmobiliaria como en las últimas décadas.

Ojala no volvamos a tardar siglos en remediar nuestros errores en materia económica y en recuperar una industria y una economía que permitan de nuevo un mayor desarrollo social sostenible, y nadie tenga que volver a escribir, 500 siglos después, como España vuelve a ser un ejemplo de un modelo económico equivocado a largo plazo.

jueves, 20 de mayo de 2010

Recortes fiscales: volvemos a pagar los mismos!

Hace no mucho teníamos que salvar a los bancos. Nos habían llevado a una de nuestras peores crisis financieras mundiales pero no podíamos dejar que el sistema financiero se colapsara pues sino todos nos veríamos aún más afectados. Los gobiernos (entiéndase todos nosotros) hicieron un gran esfuerzo para reunir los recursos económicos suficientes para rescatar a los bancos. Estamos hablando de millones! Trabajo hecho. En el 2010 el sistema financiero vuelve a funcionar. Los principales bancos han vuelto a hacer beneficios, el crédito se reactiva y el dinero vuelve a fluir. Que bien, todos contentos!

Pues no! No todos contentos. El paro en España sigue en más del 20% y las condiciones de vida de la mayoría de la población siguen empeorando.

¿De dónde salió el dinero que vuelve a fluir en el sistema financiero? Fácil, del bolsillo de todos a través del gobierno. Consecuencia: los gobiernos están endeudados hasta el cuello. Tenemos a Grecia en bancarrota y a España y otros en apuros serios.

Lo peor de la crisis en el sector financiero, donde se originó, ya ha pasado. Por el contrario, la crisis en el sector real, al que ha permeado de la peor forma posible -a través de la destrucción de empleo- puede aún afrontar su peor fase. No solo se acaban los planes de ayuda fiscal a la recuperación sino que comienzan fuertes recortes del gasto público. A corto plazo está claro que no pueden generar más que una mayor contracción de la demanda y una mayor destrucción de empleo.

A largo plazo la estabilidad presupuestaria es un objetivo sensato. A nivel europeo, en aras de la estabilidad monetaria y política, el control del déficit público exagerado es deseable. Pero lo que no tiene sentido por ningún lado es aplicar políticas fiscales contractivas en medio de una crisis tan fuerte como la actual, claramente de defecto de demanda. Con un desempleo superior al 20%, contraer aún más la demanda es un suicidio económico y social.

Estamos aplicando la política económica completamente al revés! Nos estamos equivocando aún más que antes de la crisis!

Come siempre, los beneficios de las burbujas económicas que nos han traído a esta situación de desequilibrios y crisis se los han llevado unos pocos. Ahora, apelando a discursos democráticos, nos piden que las pérdidas y los esfuerzos de la recuperación los asumamos todos.

Por justicia social, por coherencia histórica y por congruencia económica, los ajustes fiscales tienen que venir de los sectores y agentes que se beneficiaron antes e incluso durante la crisis y que provocaron la misma (en España el sector financiero e inmobiliario principalmente) y no de la reducción de los sueldos de las clases bajas y de la pérdida de aún más puestos de trabajo y de oportunidades para los que ya sufren de forma prolongada de esta situación.


David Castells Quintana

martes, 27 de abril de 2010

Moral suprema? Nuestra visión de otras culturas.

¿Cómo nos enfrentamos a costumbres y culturas diferentes a las nuestra? Cuál nuestra actitud frente a escalas de valores contradictorias con lo que creemos? Frente a formas de hacer las cosas que no entendemos? Cómo interaccionamos con personas y sociedades distintas a lo que estamos acostumbrados? Todas son preguntas de gran relevancia en el mundo cada vez más globalizado en el que vivimos y cuyos problemas y futuro compartimos todos los seres del planeta.

En este sentido, los occidentales tenemos una tendencia a ver todas las culturas desde nuestro propio enfoque y escala de valores occidentales. Tendencia constante a comparar y juzgar desde un sentimiento de superioridad. Creyentes de que los valores occidentales son los adecuados y el espejo en el cual evaluar los de otras culturas. Incapaces de ver nuestros propios errores culturales y morales pero prontos para realizar juicios de valor sobre las costumbres ajenas.

Nada ha cambiado desde las épocas de la conquista y colonización. Los occidentales seguimos pensando hoy que nuestra cultura y valores son los correctos y por tanto deben ser expandidos a los demás pueblos, y al hacerlo consideramos que estamos haciendo un bien.

La cooperación al desarrollo y la ayuda internacional está siempre concebida desde las prioridades occidentales; una nueva forma de colonización. Los países pobres deben seguir las “enseñanzas” de los países occidentales, como hijos que aprenden de sus padres, como si la mayor riqueza de los occidentales noss diera alguna superioridad moral y cultural.

Se apela al trabajo duro en occidente, al esfuerzo pasado de sus gentes, a la construcción de sus futuro gracias al sudor, la sangre y el compromiso de sus ciudadanos durante siglos. ¿Y es que acaso fuera de occidente no murieron muchos más por el futuro y por causas propias y ajenas, impuestas y en beneficio de occidente? Acaso no han forjado también ellos culturas milenarias, mucho más antiguas que las occidentales? Acaso no trabajan, cuando tienen la oportunidad, sin parar en los países más pobres para que nosotros podamos disponer de nuestros bienes de consumo a unos precios bajos?

Cada vez viajamos más y más lejos, deseosos de conocer nuevos lugares y culturas. Pero ¿que es lo que hacemos cuando viajamos? ¿O cuando nos visitan personas de otras culturas?. ¿Intentamos descubrir abiertamente y entender las costumbres y valores de las gentes que conocemos? Normalmente no. Comparamos, juzgamos y prescribimos. Estamos convencidos, seguramente gracias a un don divino, a que en un par de semanas en ese lugar extraño hemos llegado a comprender lo que sucede allí y a ser capaces de emitir un juicio de valor sobre las costumbres y culturas que hemos visto. Sabemos lo que haría falta para que todo fuera mejor, al fin y al cabo venimos de una cultura superior, tenemos las respuestas.

La perspectiva occidental es claramente parcial, limitada, egocéntrica y por tanto seguramente errónea. Deberíamos empezar, de una vez por todas en la historia, a ser más receptivos y tolerantes frente a otras culturas. Descubrirlas sin prejuicios previos. Entender que nuestra escala de valores es una más y no necesariamente superior. Deberíamos analizar primero nuestros propios fallos morales antes que juzgar las costumbres ajenas, que tal vez no entendemos. Corregirnos a nosotros mismos antes que intentar imponer nuestras costumbres por encima de las ajenas. Tal vez solo así podamos superar nuestras propias limitaciones, aprendiendo de los demás y aprovechando lo que otras culturas nos aportan, al fin y al cabo todas las sociedades que han perdurado a lo largo de la historia lo han hecho así.

martes, 9 de febrero de 2010

Saliendo de la crisis the spanish way.

A principios de la crisis escribí un artículo (Eficiencia y Crisis) abogando por políticas nacionales e internacionales encaminadas principalmente a la creación de empleo y la capacitación. En el ámbito empresarial abogaba por una reflexión sobre la productividad y la necesidad de recuperar eficiencia, principalmente la eficiencia gerencial; el control de los costos NO productivos. Sigo creyendo que el análisis tiene especial relevancia en España.

Estos días estamos viendo como de nuevo la bolsa se resiente significativamente. La aparente recuperación económica de finales de 2009 se ha transformado en previsiones pesimistas para 2010 acompañadas de alarmadores indicadores económicos; el principal de ellos una tasa de paro que amenaza superar el 20%!

La mayoría de empresas españolas en aprieto han aprendido la lección; han sabido reducir sus costos para intentar seguir siendo competitivas. ¿Cómo? The spanish way!. Claro. Estamos viviendo una situación en la que las empresas se están adaptando a la inversa; reduciendo costos productivos en vez de improductivos! Y la forma más fácil de hacer esto es despidiendo trabajadores; de ahí nuestra “hermosa” cifra de paro.

Las empresas deberían estar trabajando en recuperar el crecimiento de la productividad, de vital importancia en una verdadera recuperación económica, al igual que reduciendo costos innecesarios (x-inefficiency) como los lujos empresariales y demás (a los que hice referencia en mi artículo anterior) y sobre todo los altísimos salarios y bonos de directivos. Por el contrario la respuesta ha sido reducir plantillas y, ahora con la ayuda del gobierno, reducir salarios.

La adaptación a la crisis en España está siendo absorbida por el mercado laboral. Mayor desempleo, salarios más bajos y mayor precariedad. Que a su vez se traduce en menor demanda y mayor contracción económica. Al mismo tiempo que tenemos mismas tasas de productividad, iguales tecnologías, en muchos casos anticuadas, igual despilfarro energético, sectores internacionalmente solo competitivos gracias a subsidios y salarios inferiores, dependencia cada vez mayor del turismo y sectores derivados y creciente presión sobre nuestros recursos naturales.

¿A que me suena familiar lo anterior? Si no encabezará el párrafo haciendo referencia a España, convencería a cualquiera de que estamos hablando de una economía en fases iníciales de desarrollo económico; tal vez en América Latina o incluso en África! A eso es a lo que estamos llevando la economía española con nuestra salida de la crisis the spanish way.

¿Qué debemos hacer?

Si queremos realmente que la crisis sea, como en mandarín, una oportunidad para reforzar nuestra economía, tenemos que cambiar muchas respuestas que estamos adoptando frente a sus desafíos.

En cuanto a política económica es verdad que hacen falta reformas. Reformas que garanticen el desarrollo económico a largo plazo, no simples reformas a corto plazo que busquen salidas de “supervivencia” para las empresas. Sin embargo, lo primero y fundamental por múltiples razones (económicas, políticas, sociales y humanas) es recuperar el empleo y con ello la demanda y la buena actividad económica. En este sentido dos mercados son clave: el laboral y el inmobiliario.

En el mercado laboral más que reformas que precaricen el trabajo hacen falta medidas que faciliten y regulen la contratación (como la regulación de contratos en prácticas que lo único que están generando es mayor desempleo de personal cualificado y menor productividad), medidas de recapacitación para que desempleados de sectores en caída puedan trabajar en otros sectores y medidas de fomento para el trabajo autónomo. De igual forma medidas que faciliten la creación empresarial.

En el mercado inmobiliario la clave está en reformas de flexibilidad (bajada) de precios, regulación de la reclasificación de la tierra y planes de reactivación de la compra-venta. Es totalmente absurdo que los precios de la vivienda sigan en los niveles que están a pesar de la crisis económica y de las bajadas fuertísimas en otros países, muchos en mejores situaciones. Una mayor oferta pública que genere competencia y posibilidades reales de compra para jóvenes sin necesidad de créditos extraordinarios puede ser una buena medida, consiguiendo a la vez reactivación sostenible del sector y generación de empleo (con la construcción).

Reactivada la economía y el empleo podemos hablar en una perspectiva temporal un poco más amplia. Hace falta transformar industrias del pasado. Muchos sectores industriales no son actualmente eficientes ni competitivos a nivel internacional. Las empresas que los componen tienen que modernizarse o encontrar nuevos desarrollos empresariales (nuevas técnicas de gestión, nuevos productos o mercados, etc) que les den viabilidad económica a largo plazo más allá de la reducción de costos laborales. Por otro lado, España tiene que diversificarse; no podemos seguir dependiendo de sectores volátiles como la construcción y el turismo. Paralelo a todo el proceso, como ya se ha mencionado, España ha de conseguir incrementar la productividad de su trabajo mediante programas de constante capacitación, movilidad laboral, incentivos al desarrollo empresarial, competencia sana, adopción de mejores tecnologías, etc.

Otras reformas necesarias involucran las de fomento industrial. Más que subsidiar industrias ineficientes (que es lo que el gobierno ha venido haciendo con parte del plan E) y que lo único que hace es post-poner el problema, se deberían destinar más recursos al desarrollo de nuevas industrias con mayor potencial de desarrollo. Inversiones que generen empleo a corto plazo a la vez que desarrollo económico a largo plazo. Un ejemplo positivo han sido las grandes inversiones en infraestructuras (AVE, puertos y otras).

En cuanto al sector financiero, aún esperamos reformas importantes y eficaces a nivel nacional e internacional. El crédito sigue siendo fundamental para el desarrollo empresarial y el buen funcionamiento de la economía, lo que está claro es que hace falta una mayor regulación de la gestión de los bancos y de las transacciones de grandes capitales de forma que los recursos financieros tengan destinos productivos y no especulativos y no generen la inestabilidad de estos años. A nivel nacional, mayores fondos de reserva anti cíclicos y a nivel internacional, sincronización de sistemas fiscales entre países, supervisión de diferenciales en tasas de interés y tipos de cambio entre monedas y mayor transparencia en inversiones, son todas medidas factibles que pueden tener muy buenos efectos estabilizadores.

Por último, no hay que tener miedo a un déficit fiscal algo más elevado a los de recientes años para estimular la economía y salir de la crisis. Siempre y cuando estos déficits generen mayor capacidad productiva y demanda sostenida, no especulativa, y que estén financiados de forma que se garantice la estabilidad fiscal futura.

En todo caso, está claro que la buena y sostenida salida de la crisis requiere cambios importantes tanto en el sector público - política económica - como privado empresarial - inversiones, procesos productivos y gerenciales - (sin olvidar nuestros propios hábitos de consumo y ahorro).

David Castells Quintana
www.decastells.blogspot.com

viernes, 8 de enero de 2010

El verdadero rigor científico en la economía

Los economistas nos debatimos entre el fin y la naturaleza de la ciencia que estudiamos pues la economía es una ciencia compleja, amplia y que abarca muchos campos. En un intento de claridad hablamos de rigor científico; intentamos “profesionalizar” nuestra disciplina, hacerla más concreta y exacta. Pero, ¿a que llamamos rigor científico los economistas modernos? ¿Que nuestros modelos de papel y lápiz puedan resolverse y reproducirse matemáticamente de forma comprensible? Que nuestras funciones Cobb Douglass se “comporten bien”? ¿Que, gracias a sin numero de supuestos en muchos casos poco realistas, podamos explicar con unas ecuaciones algo que ya todos sabemos?
¿Acaso se nos ha olvidado el sentido real de la economía como ciencia social? ¿Salimos de vez en cuando de nuestra hipnosis en nuestros modelos matemáticos para apreciar lo que sucede a nuestro alrededor? ¿Prestamos atención a las inmensas evidencias que nos dicen que algo no funciona como esperábamos? ¿O es que vale más el resultado de una derivada matemática que las pruebas que podamos encontrar en la sociedad?
Explícamelo con un modelo! diremos. Si no el problema no está ahí o lo que dices no tiene fundamento. La acumulación de capital actual está destruyendo nuestro entorno, pero no lo vemos en nuestros modelos; las evidencias ecológicas, biológicas y geológicas sobre el estado del planeta parecen no existir, o simplemente no son parte de nuestro análisis. Pero es que no es economía. Pues si lo es! Nuestro rigor científico es muchas veces parcial; solo vale para nuestros modelos y olvidamos infinitud de otras verdades con igual o mayor rigor científico.
Y cuando el capitalismo forzado en tantas sociedades deja millones de personas en la miseria absoluta y una desigualdad extrema, los economistas modernos solo vemos la eficiencia de nuestros planteamientos; “los mercados son eficientes, mirad el Primer Teorema del Bienestar; todo equilibrio competitivo es eficiente, el fallo no está en nuestros modelos, tarde o temprano los precios corregirán los desequilibrios”. Pues malas noticias, no lo hacen! Pero las críticas que recibimos y nos hacen ver la realidad “no tienen rigor científico”. La gente se muere de hambre cada día, pero eso no entra en nuestras ecuaciones.
Necesitamos replantearnos nuestra concepción de la ciencia económica. No tiene mayor sentido que la búsqueda del máximo bienestar real de las sociedades. Entendiendo lo que realmente es importante para ellas, buscando respuestas que permitan superar los obstáculos en dicha búsqueda, compatibilizando los intereses particulares y comunes, teniendo en cuenta el presente y el futuro y aportando nuevos planteamientos que nos hagan crecer como sociedad.
Los economistas tenemos que entender, de una vez por todas, que no solo es importante la acumulación de capital. Tenemos que analizar el bienestar social en su sentido amplio, más allá del mero crecimiento económico. Tenemos que incorporar el desarrollo humano y la conservación del medio ambiente a nuestros modelos. Tenemos que olvidarnos por un momento de ellos y ver más allá del papel; tener en cuenta la satisfacción espiritual de las personas, el desarrollo comunitario más allá de la maximización de beneficios o la especialización laboral, el bienestar más allá de la riqueza, y otros planteamientos a los que normalmente no estamos acostumbrados.
Cada año nuevos estudiantes de economía se licencian; los economistas del futuro que tendrán que enfrentar los desafíos de nuestra sociedad. Y ¿cuáles son sus herramientas? ¿Unos cuantos modelos con sus funciones derivables? ¿Qué han aprendido? ¿Que si los agentes optimizan sus decisiones todo saldrá bien? ¿Que saben de la realidad que les rodea? ¿Qué los precios ajustan oferta y demanda? ¿Saben leer más allá de unos índices? Si nunca salieron de las aulas de la facultad, ¿son consientes del trauma que representa para tanto millones el estar sin trabajo? ¿Son consientes de las condiciones laborales detrás de la acumulación de capital? ¿Entienden la pobreza extrema? ¿Saben que hacer contra ella? ¿Comprenden los desafíos del desarrollo sostenible? Todas cuestiones centrales y claves de la economía como ciencia social que es.
Y es que, desafortunadamente, frente a los principales desafíos a los que hoy en día nuestra sociedad se enfrenta (violencia incontrolada, pobreza extrema y degradación medioambiental) las matemáticas puras de la facultad nos no van a dar la respuesta. Ningún modelo económico, por lógicos que sean sus supuestos y complejas que sean sus funciones, nos pueden explicar las raíces reales de estos desafíos y el camino que debemos seguir. Tal vez nos ayudaran a entender algún comportamiento parcial de algún fenómeno económico, y está muy bien dominar y saber usar esos modelos, pero para ver la totalidad del desafío, sus múltiples causas, interacciones y consecuencias, necesitamos mucho más.
Adam Smith fue capaz de descubrir como la especialización del trabajo podía incrementar la productividad conjunta de una comunidad. Sus ideas revolucionaron para siempre la organización productiva. Pero lo hizo experimentando él mismo dicha especialización, viéndolo en su “fábrica de agujas”. No necesito elaboradas matemáticas pero si salir a observar la realidad. Como casi todos los grandes economistas que le han seguido y han tenido un impacto real en la forma que vivimos, fue un gran investigador social, como deberíamos serlo todos los denominados economistas, pues ésta en una ciencia social, no una ciencia pura ni exacta como a veces pretendemos.
Muhamed Yunus, ya en nuestra época y premio Nobel de economía en el 2000, salió un día de las aulas en Bangladesh y consigo llevó a sus estudiantes de economía. No tuvieron que ir muy lejos para ver la pobreza y los problemas de sus compatriotas. El y sus alumnos aprendieron más ese día que durante meses en las aulas con sus modelos. Pudieron entender cómo funciona la realidad fuera del papel. Pudieron analizar dinámicas que antes apenas percibían. Entendieron el sentido de su profesión. Gracias a ello, pudieron proponer medidas eficaces para mejorar la situación de millones de personas. Entendieron mejor que muchos hasta entonces las dinámicas de la pobreza extrema y lo que se puede hacer para alterarlas. Implantaron mecanismos de microcréditos y empoderamiento personal y confianza comunitaria. Sus prácticas se han expandido hoy a todo el mundo y han cambiado la vida de millones de seres humanos.
La economía es una ciencia maravillosa. Lo es porque es una ciencia social. Y la economía ha evolucionado mucho y ha incorporado herramientas de otras disciplinas. Hoy podemos intentar acercarnos más a entender mejor la realidad, analizar dificultades y atrevernos a plantear soluciones más acertadas. Pero digo “intentar” porque es lo que debemos hacer. Si queremos realmente entender y superar los fenómenos y desafíos que nos rodean tenemos que saber usar las herramientas de las que disponemos; nuestros modelos teóricos, la infinidad de estadísticas que disponemos y nuestra capacidad de análisis, pero también conocer sus limitaciones. Necesitamos una visión más amplia, un enfoque más global, una mayor capacidad de observación y reflexión de la realidad. Un pensamiento más flexible que nos permita ver que lo que sabemos de antemano puede muchas veces no funcionar y que la respuesta que buscamos puede estar en detalles que solemos no apreciar. O que simplemente no hay una respuesta concreta; tal vez solo tendremos que limitarnos a abordar el problema de una forma más integral pero menos ambiciosa. Al fin y al cabo no nos olvidemos que la sociedad es compleja y nuestra ciencia, como la política, la sociología y toda ciencia social, tiene como fin último su estudio.