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jueves, 31 de diciembre de 2020

El gran dilema de la vida (The great dilemma of life)

El gran dilema de la vida
(English below)

Como animales que somos nos mueven dos grandes necesidades biológicas, la sobrevivencia propia y la de nuestra especie. Pero como seres humanos gozamos de un regalo extraordinario, el de ser conscientes de nosotros mismos, de nuestra propia existencia en la inmensidad y eternidad del cosmos. Esa consciencia tiene, sin embargo, un gran costo: saber de lo efímera que es nuestra vida, de que hagamos lo que hagamos algún día ya no estaremos. Sabemos que como individuos nuestra vida tiene un fin.

La idea de algún día no estar, no ser más, nos puede generar mucho sufrimiento y afanarnos en dejar una huella, o seguir presentes de algún modo. Nos hace igualmente cuestionarnos sobre el sentido mismo de nuestra existencia. De esta forma, el ser humano ha desarrollado diferentes formas de lidiar, de forma paralela, con el legado que cada uno dejará detrás y con la idea de la vida después de la muerte. Así es que desde tiempos inmemorables pensamos tanto en cómo nos recordarán, como en la vida en “el más allá”. En algunos casos nos obsesionamos de forma tan enfermiza que ello condiciona nuestra propia vida terrenal. Los egipcios, por ejemplo, vivían obsesionados con su recuerdo y con la idea de la muerte, hasta el punto de destinar todas sus fuerzas a asegurarse un lugar en la historia como una vida en ese más allá. De forma similar, las grandes religiones de la historia nos ofrecen creencias para soportar la idea de nuestra partida. Ideas a las que nos aferramos con fuerza en esta vida. Como la religión, la filosofía, desde la antigüedad, también nos ayuda a pensar sobre la razón de nuestra existencia y el sentido de nuestra vida, y así guiarnos en nuestro camino terrenal.

Existe también otra perspectiva. Una igualmente espiritual y filosófica pero tal vez no tan religiosa. Más basada en nuestro conocimiento moderno que en credos antiguos, aunque no necesariamente peleada con creencias religiosas. Y es que hoy, gracias a nuestra propia curiosidad e ingenio, nuestro conocimiento es mayor que nunca. Hemos llegado a entender la evolución de la vida, detallando hasta nuestro propio ADN y comprendiendo así lo maravilloso que es nuestro cuerpo, así como lo es el de las demás especies vivas. De forma similar, hemos descubierto los espectáculos del cosmos, entendiendo las leyes que lo rigen y, así, su paralela simplicidad y grandiosidad. Esto nos ha llevado también a percibir lo espectacular que es nuestro planeta; el fenómeno más increíble, sin igual en todo el universo conocido. Un milagro cuyo hermoso equilibrio nos permite disfrutar de estar vivos. Con ello, entendemos que precisamente lo efímera y espectacular que es nuestra vida es lo que la hace tan especial. 

Desgraciadamente, muchos hoy prefieren ignorar el conocimiento que la curiosidad y el ingenio humano nos han dado. Es entendible; el conocimiento viene con angustia. La verdad no sabe de sentimientos. Y ese es precisamente uno de los grandes dilemas del ser humano. Y así muchos han defendido que la ignorancia es felicidad. Pero una felicidad superficial. Solo nuestra propia consciencia (es decir pensando y actuando con conocimiento de lo que se hace y se vive) es lo que puede llenar de sentido nuestra vida y darnos paz y verdadera felicidad. Eso es, ser conscientes de lo maravilloso que es ser parte del milagro de la vida, ni que sea por el breve momento que dura. 

Pero no podemos olvidar que no estamos solo en este planeta. Lo compartimos con otros como nosotros, así como con una gran diversidad de especies que también gozan del milagro de la vida. El gran dilema de la vida no es solo del ser humano. Es también el dilema de la vida; el dilema de su evolución a lo largo de innumerables especies. En su búsqueda de formas cada vez más complejas y especializadas, la evolución de la vida ha generado una criatura, nosotros, que al ser consiente de su propia evolución es capaz de autodestruirse, arrastrar consigo a otras especies y amenazar la vida misma en nuestro planeta. Tal vez el sentido de nuestra vida sea no solo ser conscientes de nuestra efímera existencia, y así aprovecharla al máximo, sino también hacerlo siendo compasivos con los demás y ayudándolos a que ellos también puedan aprovechar su existencia. Aprovechando nuestro tiempo, así como intentando dejar un lugar mejor a quienes siguen detrás nuestro. Disfrutando de nuestra vida en una forma que permita que el milagro de la vida continúe su curso en este maravilloso y único lugar del universo que llamamos Tierra. 

Feliz 2021 para todos.

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The great dilemma of life

As animals, we are driven by two great biological needs, our own survival and that of our species. But as human beings, we enjoy an extraordinary gift, that of being self- aware, of our own existence in the vastness and eternity of the cosmos. That consciousness has, however, a great cost: knowing how ephemeral our life is; knowing that one day we will not be here, whatever we do. We know that as individuals our life will one day finish.

The idea of ​ not being here, not being anymore, can cause us a lot of suffering and a need to leave a mark, or remain present in some way. It also makes us wonder about the meaning of our own existence. In this way, human beings have developed different ways of dealing, in parallel, with the desire of leaving a legacy as well as with understanding what it means to die. Thus, since the beginning of humanity, we wonder about the way we will be remembered, as well as about "the afterlife." In some cases, we obsess in such a sick way that it conditions our own earthly life. The Egyptians, for example, lived fixated with their memory and with the idea of ​​death, to the point of devoting all their strength to ensure a place in history as well as an eternal life. Similarly, the great religions of history offer us beliefs to cope with the idea of ​​our departure. Ideas that we hold on to so tightly in this life. Like religion, philosophy, since ancient times, has also helped us to think about the reason for our existence and the meaning of our life, and thus guide us on our earthly path.

But there is also another perspective. An equally spiritual and philosophical but perhaps not so religious one. A perspective based more on our modern knowledge than on ancient creeds, though not necessarily at odds with religious beliefs. And it is that our knowledge today is greater than ever, thanks to our own curiosity and ingenuity. We have come to understand the evolution of life, detailing even our own DNA and thus understanding how wonderful our body is, as is that of other living species. In a similar way, we have discovered the spectacles of the cosmos, understanding the laws that govern it and thus its parallel simplicity and grandeur. This has also led us to perceive how spectacular our planet is; the most incredible phenomenon, unmatched in the entire known universe. A miracle whose beautiful balance allows us to enjoy being alive. With this, we understand how special our life is, being so ephemeral and spectacular.

Unfortunately, today many prefer to ignore the knowledge that curiosity and human ingenuity have given us. It's understandable; knowledge comes with suffering. The truth does not know about feelings. And that is one of the great dilemmas of the human being. Thus, many have argued that ignorance is happiness. But ignorance is a superficial happiness. Only our consciousness (that is, thinking and acting with the knowledge of what we do) is what can fill our lives with meaning, and give us peace and true happiness. That is, being conscious of how wonderful it is to be part of the miracle of life, even for the brief moment it lasts.

But we cannot forget that we are not alone on this planet. We share it with others like us, as well as with a great diversity of species that also enjoy the miracle of life. The great dilemma of life is not only of the human being; it is also the dilemma of Life itself. The dilemma of evolution over countless species. In its search for increasingly complex and especializad forms, the evolution of life has generated a creature, us, who, by being self-aware, is capable of self-destruction, dragging with it other species and threatening life itself on our planet. Perhaps the meaning of our life is not only to be aware of our ephemeral existence, and thus make the most of it, but also to do so by being compassionate with others and helping them enjoy their own existence. Enjoying our time, as well as trying to leave a better place for those who follow. Appreciating our existence in a way that allows the miracle of life to continue its course on this wonderful and unique place in the universe that we call Earth.

Happy 2021 to all.

lunes, 6 de abril de 2020

Ante el coronavirus, no más nacionalismos por favor!

Me hubiera gustado otro título para esta reflexión, pero a estas alturas realmente ya no sé cómo ser más claro. Y seré breve, pues como dicen, breve y bueno dos veces bueno.

Que vivimos en una época de resurgidos nacionalismos, si cabe más populistas que los de antaño, no es noticia. Y sabemos que estos nacional-populismos son extremadamente peligrosos. Lo que es nuevo es que el COVID-19 se haya convertido en el nuevo instrumento de esos nacionalismos.

Mientras millones trabajan unidos, juntos para luchar contra la epidemia del coronavirus, un desafío global como muchos otros, no faltan quienes aprovechan la ocasión para alimentar divisiones y conflictos. Por un lado, gobiernos nacionales como regionales que se atacan mientras sacan pecho de su buena labor frente a la crisis. Por otro, críticos que desde el sofá de casa creen que hubieran hecho todo mejor. A escala internacional, países que confiscan material que otros han comprado. El argumento de unos y de otros es el interés supremo de la nación, la suya claro. Da igual que el mundo colapse, ¡mi nación sobrevivirá! Nacionalistas, rancios y estancados en el pasado, atacándose y culpándose los unos a los otros, aprovechando la ocasión para hacer política, radicalizar aún más, e intentar pescar en rio revuelto. Y lo triste es la ignorancia de la gente que cae en su juego. Gente que “inocentemente” comparte,retuiteaesos mensajes que solo generan más división. La irresponsabilidad gratis y al alcance de todos de la era digital.

Pero claro, el sentimiento nacionalista malversado es tanto peligroso como poderoso; y los políticos bien lo saben. Da igual las políticas, si sabes apelar a los instintos nacionalistas de la gente ganarás muchos votos. Y los borregos votan y te siguen sin cuestionar lo que hagas. De hecho, si de algo te cuestionarán, es de no ser aún más “patriota”!

Y es que los nacionalismos malversados vienen de la mano de culpar al otro; argumento invencible a lo largo de la historia. Nuestra nación es superior, y nuestros males vienen siempre de afuera. Que mejor reflejo que este “virus chino”. “Putos chinos”.  Y cuando no eran los chinos eran los “comunistas”, o los “venezolanos castro-chavistas”, o los “mexicanos delincuentes”… da igual, dirige la culpa, y con ello el odio, hacia afuera, hacia una nación extranjera, y tu pueblo te amará por siempre.

¿Hasta cuando seguirá la gente cayendo en la falacia de estos nacionalismos? De verdad, ¡¿tan estúpidos somos?! ¿Tan incapaces de racionar sin dejarnos afectar por el amor ciego a una bandera? ¿No hemos aprendido nada?!

Un país no lo hace grande su bandera, ni repetir mil veces lo grande que es. Un país verdaderamente grande se trabaja a lo largo de los años, desde el esfuerzo y también la autocrítica constante. Un país no es mejor por culpar incesantemente a su vecino, sino aprendiendo a resolver problemas junto él, y no dejando a nadie atrás. Tampoco ninguna política es sólida solo porque apele a los sentimientos nacionalistas. Ningún político tiene razón solo por "su pasión por el país". El poder de la ración y la ciencia debe prevalecer sobre la irracionalidad de los sentimientos. Las buenas políticas se basan en argumentos racionales sólidos, no en colores nacionales. De igual forma, el mostrar gran amor por tu bandera no te hace mejor persona. Lo hace tú empatía y amor al prójimo, tenga un pasaporte como el tuyo u otro diferente.

A lo largo de la historia casi todos los países han sido víctimas de las desgracias de los nacionalismos malversados. Europa es buen ejemplo: derramó ríos de sangre a causa de ellos. Pero los nacionalismos pueden superarse. La Europa de post-guerra lo consiguió. Y al hacerlo cambio la historia del viejo continente, y con ella la del mundo. De atacarse mutuamente los europeos empezaron a trabajar juntos. 

En otras regiones del mundo encontramos también ejemplos en los que, ni que sea temporalmente, se han superado los nacionalismos, y con ello se ha labrado un futuro común mejor. Creo que es buena época de aprender de esos momentos y volver a trabajar unidos. Y los que no quieran hacerlo que den un paso al lado. No más nacionalismos anticuados y baratos por favor!


domingo, 22 de marzo de 2020

La cuarentena como oportunidad

[ENGLISH BELOW]

Llevamos ya una semana de cuarentena en España, dos meses en Wuhan, unos pocos días en otros países. En uno y otro caso la gente se va quedando sin que hacer en casa. El confinamiento desespera, no sabemos qué hacer con nuestro tiempo (ver mi post pasado). Pues dejadme que os ayude. Y para ello les recuerdo de la mayor aventura de la humanidad, de la más extraordinaria historia jamás contada, y que, con curiosidad suficiente, tenemos hoy todos al alcance de la mano. 

Una historia que comenzó hace ya mucho tiempo, con personajes maravillosos e intrigantes, desarrollada en múltiples parajes e idiomas, con giros inesperados y llena de sorpresas. Una historia en la que todos podemos participar y que no se detiene. Una historia que nos enseña más que cualquiera otra jamás contada, que nos muestra varias de las mejores cualidades del ser humano: su curiosidad, su deseo a superarse y cuestionarse todo, a entender su entorno, a llegar más lejos.

Una historia que nos permite entender mejor lo que nos rodea, nuestro mundo, el universo, e incluso a nosotros mismos. ¡Una historia que nos libera! Nos libera de la ignorancia, y así sucumbir a mentiras y engaños. Nos libera de la angustia a lo desconocido. Nos libera del peor confinamiento de todos, que no es otro que el de nuestras propias ideas, egocéntricas, limitadas y probablemente equivocadas. Una historia que nos conecta con todos, con la naturaleza, con el presente, pasado y futuro. Una historia que nos permite viajar desde casa. Una historia que nos permite soñar.

La historia que os hablo tiene sin embargo algo muy particular. No está en Netflix, pero partes de ella, sabiendo buscar, se puede encontrar ahí. Tampoco está en un canal de Youtube, pero si hay videos que os llevarán a ella. Esta historia tampoco está en un solo libro, pero leer será la mejor forma de seguirla. La historia de la que hablo está al alcance de todos, pero hay que saber buscarla, construirla, enlazar sus diferentes capítulos y personajes. Una historia extremadamente simple pero rica y compleja a la vez. Una historia para disfrutar, pero también para pensar.

Y creo que a estas alturas ya queda claro de que la historia de la que hablo no es otra que la historia que es la ciencia. La historia de la curiosidad y el conocimiento humano, la historia de nuestra creciente capacidad para entender nuestro mundo, incluidos nosotros mismos.

Gozamos hoy de un conocimiento del mundo que nuestros antepasados no hubieran ni podido soñar con él. Y muchos no son conscientes del hermoso regalo que supone este conocimiento, accesible hoy, en la era de internet, a prácticamente todos. ¿Cómo podemos aburrirnos teniendo este regalo a nuestro alcance? Un regalo que los grandes pensadores y científicos nos han dejado a lo largo de la historia. ¿Cómo elegir vivir una vida de ignorancia cuando el conocimiento está ahí esperándonos? Ahora que tenemos tiempo, ¿por qué no disfrutar de esta historia tan fascinante y enriquecedora? 

Sé que muchos no tienen esa curiosidad necesaria, o que prefieren recluirse en la comodidad de sus ideas y creencias. Los respeto, pero creo que se equivocan. Y ese error tiene una gran consecuencia. Vivir de espaldas al conocimiento, aunque pueda parecer más sencillo, termina haciéndonos esclavos de nuestra propia ignorancia. Y hoy más que nunca, en los tiempos del populismo, las fake newsy la pseudo-ciencia barata, esa ignorancia es muy peligrosa. 

Pero la motivación principal para engancharse a la historia de la ciencia no ha de ser el miedo, más bien lo contrario: el deseo de explorar, la valentía a equivocarse y aprender algo nuevo, las ganas de crecer. Y afortunadamente podemos elegir por dónde empezar. Solo hay que plantearse alguna buena pregunta. El intentar responderla bien seguramente nos meterá de lleno en la historia fascinante que es la ciencia. Os garantizo que si lo hacéis bien la cuarentena será más enriquecedora y llevadera.


Quarantine as an opportunity

We have already been in quarantine one week in Spain, two months in Wuhan, a few days in other countries. In some cases, people are starting to feel they have nothing left to do at home. Confinement causes despair; we don't know what to do with our time (see my past post). Well, let me try to help you. And for this, let me remind you of the greatest adventure, the most extraordinary story ever told, which, with enough curiosity, we can all follow.

A story that started a long time ago, with wonderful and intriguing characters, developed in multiple places and languages, with unexpected twists and full of surprises. A story in which we can all participate and that does not stop. A story that teaches us more than any other ever told and that shows us several of the best qualities of the human being: his curiosity, his desire to excel and question everything, to understand his environment, to go further.

A story that allows us to better understand what surrounds us, our world, the universe, and even ourselves. A story that frees us! It frees us from ignorance, and thus to succumb to lies and deceit. It frees us from the anguish of the unknown. It frees us from the worst confinement of all, which is none other than our own ideas, egocentric, limited and probably wrong. A story that connects us with everyone, with nature, with the present, past and future. A story that allows us to travel from home. A story that allows us to dream.

However, the story I am telling you has something very particular. It is not on Netflix, but parts of it, knowing how to search, can be found there. It is not on a YouTubechannel either, but there are videos that will take you to it. This story is not in a single book either, but reading will be the best way to follow it. The story I am talking about is available to everyone, but you should know how to look for it, build it yourself, link its different chapters and characters. An extremely simple, but rich and complex story at the same time. A story to enjoy, but also to think.

And I believe that by now it is clear that the story I am talking about is none other than the story that is science. The story of curiosity and human knowledge, the story of our growing ability to understand our world, including ourselves.

Today we enjoy a knowledge of the world that our ancestors could not have dreamed of. And many are not aware of the beautiful gift that this knowledge, accessible today, in the internet age, to practically everyone. How can we get bored having this gift within our reach? A gift that great thinkers and scientists have left us throughout history. How to choose to live a life of ignorance when knowledge is there waiting for us? Now that we have time, why not enjoy this fascinating and enriching story?

I know that many do not have that necessary curiosity, or that they prefer to seclude themselves in the comfort of their ideas and beliefs. I respect them, but I think they are wrong. And that mistake has a great consequence. Living in neglect of knowledge, although it may seem easier, ends up making us slaves of our own ignorance. And today more than ever, in the times of populism, fake news and cheap pseudo-science, that ignorance is very dangerous.

But the main motivation to get hooked on the history of science should not be fear, rather the opposite: the desire to explore, the courage to make mistakes and learn something new, the desire to grow. Fortunately, we can choose where to start. You just have to ask yourself a good question. Trying to answer it well will surely take you into the fascinating history of science. I guarantee that if you do it right the quarantine will be more enriching and bearable. 

martes, 17 de marzo de 2020

De coronavirus y estar por casa

¿Aburrido en casa? ¿Desesperado? ¿Con los ojos cuadrados de mirar el facebook y el watsup?... comprensible. Y es que nos estamos dando cuenta de lo mucho que nos cuesta estar con nosotros mismos. Nos hemos acostumbrado a estar constantemente conectados, a una vida urbana acelerada, socialmente intensa, donde las actividades se solapan unas con otras en un ritmo apresurado e incesante. Acostumbrados a no tener tiempo. 

Hace rato que tenía estas reflexiones en mi cabeza, e, irónicamente, por esa prisa constante, no había terminado de escribirlas. El coronavirus, y la consecuente obligación de quedarme en casa, me ha dado la oportunidad de hacerlo.

¿Qué hacer cuando estas en casa todo el tiempo? cuando, de repente, muchas de nuestras actividades diarias se detienen, y sin previo aviso tenemos tiempo para nosotros mismos. Cuando nos vemos a obligados a estar solos.  Y es que nos hemos acostumbrado a estar buscando constantemente actividades que realizar, cosas que hacer, gente con quien hablar. Y así, nuestra vida ajetreada nos ha hecho olvidar a saber estar solos. Extrañamos el ruido y el ajetreo del mundo.

Pero, pasados unos días, y superada la ansiedad y la desesperación inicial del aislamiento, tras infinidad de videos de gatitos en internet, horas incontables de Netflix, recorrer de extremo a extremo el salón de casa, empezamos a descubrir, tal vez por momentos, la satisfacción que viene con ralentizar nuestra vida, de detenernos por un momento, sentarnos y reflexionar (ni que sea por la fuerza de la situación). Y es que al hacerlo recuperamos una parte esencial de nuestra naturaleza, a la que nuestra vida moderna ha dado la espalda. Nos relajamos y, al hacerlo, volvemos a “conectar” con nosotros mismos. De forma similar, el aislamiento nos fuerza a desapegarnos, ya no de objetos sino de actividades que ya no podemos realizar, lugares que no podemos visitar. Y el desapego, aunque pueda parecer doloroso al principio, puede ser muy liberador y devolvernos algo de nuestra necesaria paz interior. Ya nos lo enseño nuestro gran maestro JediYoda. El valor del desapego es una lección central de varias religiones milenarias como el budismo.

Que estos días nos permitan hacer el ejercicio de aprender a “bajar el ritmo”, ni que sea por momentos, de conocernos un poquito mejor, de reflexionar, de meditar. Nos hará mucho bien a todos. Y si no, al menos podrá tener al menos dos efectos externos positivos. El primero, y causa inicial del aislamiento, reducir la expansión del virus. El segundo, reducir nuestra contaminación, como ya los datos satelitales reflejan. Ya dicen por ahí que ojalá reaccionáramos así frente a la otra gran emergencia planetaria que enfrentamos, que amenaza con aniquilarnos no solo a nosotros sino también a muchas otras formas de vida en el planeta, que es el calentamiento global. Y como también dicen por ahí, al final el coronavirus ha venido de una forma u otra también a enseñarnos muchas cosas.

Y cierro, en estos momentos de desesperación hogareña, recordándoos una de las grandes fuerzas de la lectura, que nos es otra que precisamente ayudarnos en el objetivo de aprender estar con nosotros mismos. Pero si han leído hasta aquí es que no necesito que se los recuerde…. Ánimos y #QuedateEnCasa  

domingo, 16 de febrero de 2020

De ganar batallas o la guerra: el éxito en la vida

¿Cómo consigue uno éxito en la vida? Esta es una pregunta que todos nos hacemos y obviamente muy importante para todos. Y de entrada les digo que no pretendo responderla por completo. Lo que si pretendo es añadir una perspectiva personal tal vez diferente. 

En el arte de la guerra se dice que lo importante no es ganar una batalla sino la guerra. A veces hay batallas que perder, sacrificios que hacer, para finalmente ser vencedor de enfrentamiento final. En la vida no es diferente.

Primero que todo, para responder a nuestra pregunta inicial hay que tener claro lo que éxito en la vida significa para cada uno. Para algunos el éxito es ganar mucho dinero. Para ellos, desafortunadamente, no tengo mayor consejo. Para otros, el éxito es subir en el escalafón de una gran empresa privada, llegar a ser un gran directivo. Lo siento, pero para ustedes tampoco tengo mucho que decir. Pero para otros tener éxito en la vida significa algo diferente. Para unos puede significar ser cada vez mejor en aquello que te gusta. Para otros crecer emocional e intelectualmente. 

Si lo que entendemos como tener éxito en la vida es ser mejor en lo que nos gusta, o crecer emocional o intelectualmente, tal vez tendremos que estar dispuestos a perder muchas batallas. Me explico. Para ser mejores y crecer hay que equivocarnos muchas veces, y, sobre todo, estar dispuestos a aceptarlo y aprender de nuestros errores. Sobre todo cuando hablamos de crecimiento intelectual el aprendizaje a partir de prueba y error es fundamental; es el mecanismo central del conocimiento verdadero, lo que lo hace avanzar. El auténtico crecimiento personal es lento, es el resultado de muchos pasos hacia adelante, pero también muchos otros hacia atrás. El crecimiento requiere muchos sacrificios, mucho de los cuales a corto plazo parecen derrotas, pero que son esenciales para llegar más lejos.

Dejadme ahora que lleve el tema a las relaciones personales. Mucha gente cree que para ser exitosos han de ganar siempre. Ante cualquier negociación, por pequeña que sea, han de ganar. Personas que nunca han de ceder. El acuerdo se ha de cerrar en sus términos. Desde un acuerdo de negocios hasta una pequeña negociación con un amigo. “El domingo comemos en el restaurante que yo elija”. “Jugaremos a la hora que me vaya bien a mí”.  Además de ganar han de tener siempre la razón. En Colombia se dice que “el vivo vive del bobo”. La cultura de ser el “más listo”. Pues déjenme decirles que para tener éxito emocional e intelectual este no es el camino.

Cuando uno quiere ganar siempre, y nunca ceder, uno no desarrolla empatía. Gana batallas, pero se cierra puertas y aliados para ganar la guerra. De forma similar, cuando uno siempre tiene la razón pierde la capacidad de aprender de otros. Al imponer su argumento constantemente refuerza su posición en ese momento, pero debilita su capacidad de tener argumentos más sólidos en el futuro. Querer tener la razón siempre ralentiza, frena, e incluso socaba nuestra adquisición de nuevos conocimientos. Los grandes pensadores de la historia, aquellos que continúan inspirando después de muertos, lo han sido en gran medida gracias a su capacidad de ceder, de aceptar otra posición, de aprender del otro.

Y lo mismo sucede emocionalmente. Al no ceder, nuestra inteligencia emocional retrocede. Además, el querer ganar siempre, a costa de lo que sea, te estresa y termina haciéndote infeliz y mala persona. La buena persona parece a veces “el bobo”, el que cede, el que parecer haber perdido en ese preciso momento. Pero en realidad ese “bobo” es muchas veces quien más aprende, quien más crece, quien más gana. Ser buena persona no es fácil; implica perder muchas batallas, dejar ganar al otro. Pero ser buena persona siempre termina teniendo premio, ni que sea el de tu propia satisfacción de serla. 

No hay que tener miedo a ceder, a perder a veces. Es una sociedad que constantemente nos dice que para ser exitosos tenemos que “cuidarnos a nosotros mismos”, “conocernos mejor”, “luchar por nosotros mismos que nadie más lo hará” yo propongo lo contrario: cuida a los demás, conócelos, aprende a empatizar con ellos, y poco a poco serás una persona exitosa. No tengas miedo a perder batallas, preocúpate por ganar la guerra. Una guerra que no es con nadie sino contigo mismo.