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viernes, 24 de febrero de 2017

Leti

Llevo muchos años yendo a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en Bellaterra, a las afueras de Barcelona. En su momento iba como alumno de economía, hoy voy como profesor (no sé qué prefiero la verdad, pero ese es otro tema diferente al que quiero tratar). La UAB es un gran campus, en una zona muy verde, tranquila. Con sus diferentes facultades, caminos y zonas verdes, a mi es un lugar donde me gusta trabajar. Un campus donde coinciden muchas disciplinas académicas, posiciones políticas, estilos de vestir, maneras de actuar.

Yo voy desde siempre en tren, los ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya: la UAB tiene su propia parada. Algunos días me encuentro amigos o conocidos en el tren. Otros días, en el mismo tren, o al atravesar el campus, y sin más, termino hablando con alguien (al final compartimos campus y universidad). Igual un día hablas de economía, como de política o física (ve tú a saber, cada loco con su tema). Otros días puedo atravesar todo el campus y llego a mi facultad sin que por el medio se cruce un saludo, o una mirada; hay días para todo.

Pero desde hace muchos años sé que alguien si me espera en el campus. No son otros profesores, no son mis alumnos (no pretendo tanto!). Y me espera a mí como nos espera a todos. Y a nadie le niega su saludo y una pisca de cariño. Leti, con la magia que solo los gatos pueden tener, ha vivido en el campus, a la salida de la estación de los ferrocarriles, desde hace mucho tiempo. Llueva o haga sol, Leti siempre ha estado ahí. Aunque llegue tarde (muchas veces me pasa), me tomo al menos un minuto para saludar a Leti, que paciente nos espera alegre para recibirnos en el campus (no creo que mis alumnos me vayan a recibir nunca con esa alegría).

Desde hace varios días Leti ya no estaba ahí para recibirnos. Y yo no entendía por qué. No puedo negar que me entristeció mucho no verla; de repente llegar a la UAB no era lo mismo. Leti se ha hecho mayor y me he enterado que tiene problemas para valérselas por si sola. En el campus una asociación (http://gatscampus.org/, a la que quiero agradecer y animar por su labor) cuida de los gatos que viven en el campus, como Leti. La asociación llevó a Leti al veterinario y hoy he sabido que una voluntaria cuida de ella.

Me alegra saber que Leti tendrá un hogar para la última etapa de su vida. Leti nos dio cariño durante años a muchos de los que llegábamos al campus; ha hecho su labor y se merece lo mejor. Yo seguiré bajando del tren cada día extrañando el saludo matinal de Leti.