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sábado, 1 de diciembre de 2018

Nuestro espeluznante legado

Viajar nos trasporta. Y cuando visitamos las ruinas de civilizaciones antiguas viajar nos transporta también en el tiempo. Nos hace pensar en quienes habitaron lo que pudieron ser ciudades fascinantes. Pensamos en infinidad de historias que contar detrás de lo que hoy son solo piedras. Nos hace pensar en cómo dichas ruinas pudieron ser abandonadas a su suerte. Viajamos también al futuro: ¿Qué ruinas dejaremos nosotros? ¿cuál será nuestro legado?

Hoy en día somos más de 7.600 millones los habitantes en la Tierra. Para el 2050 rondaremos los 10 mil millones y antes de finales de siglo podríamos ser más de 12 mil millones. A la par con nuestra multiplicación imparable como especie, crece también nuestro consumo y nuestro impacto medioambiental. Hemos modificado nuestro entorno al extremo, de tal forma que tres cuartas partes de la superficie terrestre, de las que se excluyen las cubiertas por el hielo, no conservan su estado original. También hemos contaminado los océanos de tal forma que en ellos empieza a haber más plástico que peces. Es tal nuestro impacto que también estamos causando una extinción masiva; en nuestra corta historia hemos extinguido a por lo menos la mitad de las especies de mamíferos de gran tamaño y limitado a pocos números las restantes: quedan menos de 500 mil elefantes, menos de 30 mil leones, menos de 20 mil osos polares, aproximadamente solo tres mil tigres en estado salvaje y una cifra similar de ballenas azules (el mayor animal del planeta). Para 2050, podremos haber extinguido a un 25% de las todas las especies actuales de la Tierra y dejar a muchas más al borde de la extinción. Para rematar, estamos además calentando la atmosfera a una rapidez que está poniendo al planeta en una trayectoria vital ya por completo diferente a la experimentada en millones de años, con consecuencias devastadoras para la vida en la Tierra, y poniendo en riesgo nuestra propia sobrevivencia.

Y, ¿qué estamos haciendo ante esta situación tan desoladora? ¿Mirar hacia otro lado? ¿Distraernos con debates del pasado? ¿Culpar a los otros, como solemos siempre hacerlo?... Podremos engañarnos a nosotros mismos, pero nuestro espeluznante legado no dejará indiferente a las generaciones futuras. ¿Podrán nuestros nietos perdonarnos?
En ¿QuéPlaneta Heredarán Nuestros Nietos?”, recientemente publicado por Intermedio editores, los invito a reflexionar conmigo sobre esta cuestión y sobre la necesidad urgente e imperante de replantearnos el legado que queremos dejar tras nuestro efímero paso por este hermoso planeta.

Espero sus comentarios!